jueves, 28 de julio de 2011

Joaquín Sabina. Frases.


“y si protesta el corazón en la farmacia puedes preguntar ¿tienes pastillas para no soñar? “

“Está bien tener sombrero por si se presenta una buena ocasión para quitárselo.”

“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás existió.”

“Lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción.“

“La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse.”

“Ni yo mato por celos ni tú mueres por mí.”

“De ti depende y de mí que entre los dos siga siendo ayer noche, hoy por la mañana.”

“Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren...”

“Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño.”

“Los besos que me perdí por no saber decir te necesito”

“Este ádios no maquilla un hasta luego, este nunca no esconde un ojalá, esta ceniza no juega con fuego, este ciego no mira para atrás”

“Lo peor de la pasión es cuando pasa, cuando al punto final de los finales no le siguen dos puntos suspensivos.”

“Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena.”

“A menudo los labios más urgentes no tienen prisa dos besos después.”

“Qué difícil intentar salir ilesos de esta magia en la que nos hayamos presos.”

lunes, 18 de julio de 2011

Propongola pa canción del verano.

Resultome simpatica, no pude evitalo. ¿No me digáis que no ye pegaiza? Por lo menos el estribillo.

Uooooh, yo mexié na caleya. Uoooh, na caleya mexié.  Ja, ja, ja.


jueves, 14 de julio de 2011

Un día cualquiera.



Siete de la mañana. Como cada día el maldito despertador le sacaba de ese apacible sueño que acababa de conciliar hacia muy poco tiempo, o al menos eso le parecía. La noche, como todas, no le procuraba el descanso esperado, el sueño reparador no era más que eso, un sueño. Su cabeza no paraba de dar vueltas a cualquier asunto, no le permitía mas descanso que intermitentes momentos de letargo en las escasas seis horas que dejaba para poder lanzarse a los brazos de un Morfeo esquivo.


El primer pensamiento al despertar siempre era para maldecir a ese aparato que le arrancaba del apenas conseguido placido respiro. Un segundo después lo único que ocupaba su mente era buscar algún motivo por el que verdaderamente mereciera la pena abandonar el lecho. Rara era la mañana en la que lo encontraba. Solo la monotonía se imponía a la hora de recorrer mentalmente el futuro cercano y eso no ayudaba mucho, la tentación era abandonarse otra vez a la búsqueda del ansiado descanso.

Las obligaciones -esas que mueven el mundo a falta de motivación para hacerlo- se impusieron y se incorporó dispuesto a realizar el ritual diario para comenzar la jornada. Con movimientos ya automáticos a base de repetidos día a día, se aseó, se vistió y almorzó.

 Cuarenta y cinco minutos después salía por la puerta de casa con la misma alegría que un cordero lleva al matadero. Le resultaba tremendamente duro enfrentarse a la rutina. Nada de lo que probablemente haría durante las próximas veinticuatro horas sería diferente a lo acontecido veinticuatro horas antes. 

¿Donde quedaba la vida imaginada? ¿Dónde estaba esa felicidad tan ansiada, tan soñada? Sí, dicen que la felicidad permanente no existe, solo son instantes de ella, ráfagas de placidez las que se pueden pretender y él se conformaría con eso. Sin embargo esa misma búsqueda desesperada de una vida plena le impedía disfrutar de la vida real, pero… ¡lo tenía tan cerca! al alcance de la mano. Sabía cual era el remedio a todo su pesar y, sin embargo, el destino  -siempre hay que buscar un culpable- se oponía a que la tranquilidad, el sosiego, la quietud reinase en su devenir. Eso era lo que más le perturbaba, ese muro infranqueable que separaba una vida de otra, esa ínfima distancia entre ellas que resultaba imposible de superar. 


De cuando en cuando, un pequeño empujón procurado por algún ángel que se apiadaba de él, le hacía saltar al otro lado y le permitía saborear apenas una cucharada de esa miel dulce que eran sus sueños. Al regresar -siempre regresaba-  todo seguía igual. 

Se apeó del vagon, había llegado. Su lugar de trabajo quedaba cerca. El viaje fue un fiel reflejo de su existencia, el mismo recorrido, las mismas estaciones, los mismos pensamientos para llegar al mismo sitio, un lugar en el que estaba por obligación y responsabilidad.

domingo, 10 de julio de 2011

¿Qué me cómo? ¿Al ciclista o el árbol?

Ocurrió en esta novena etapa del Tour de Francia. Un coche de la televisión pública francesa arrolló al ciclista español Juan Antonio Flecha y, de rebote, al holandés Johny Hoogerland que sale volando por los aires hasta empotrarse contra la valla.



domingo, 3 de julio de 2011

¡Llevadme!




No hace falta buscar las palabras en nuestro interior. Los poetas ya lo hicieron por nosotros.

Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!

Ráfagas de huracán que arrebatáis

del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!

Nubes de tempestad que rompe el rayo

y en fuego encienden las sangrientas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!

Llevadme por piedad a donde el vértigo

con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad!, ¡tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!

Bécquer, siempre Bécquer.