martes, 28 de junio de 2011
jueves, 16 de junio de 2011
La picadura de abeja.
En cada trabajo que se desarrolla en el colmenar no es extraño recibir una o varias picaduras a pesar de las protecciones que ponemos los apicultores. Sus aguijones son capaces de traspasar varias capas de tela, así que la ropa protege relativamente y tampoco resulta raro que alguna se cuele por las rendijas que pudiera haber en nuestra “armadura”. Por lo tanto ser asaeteados por nuestras amigas es un tributo que debemos pagar asiduamente.

Ese “accidente” es el que me inspira para describiros aquí someramente el sistema de defensa de la abeja.
Dentro de la colmena hay tres castas de abejas: las obreras (varios miles), los zánganos (algunos cientos) y una sola reina. Solo las obreras y la reina poseen aguijón y de estas solo las obreras lo emplean defensivamente.
En una colonia pueden nacer casi simultáneamente varias reinas que, como solo puede haber una, se enzarzan en luchas fratricidas hasta que únicamente sobrevive la más fuerte. Este es el único fin del aguijón en la abeja reina.
Las abejas obreras no atacan sin motivo, su agresión se debe siempre por alguna causa concreta y la intensidad de su ataque depende de multitud de factores ambientales y biológicos. Solo son más agresivas cuando estamos próximos a la colmena y si se encuentran libando néctar en las flores únicamente picaran si son molestadas. Es por tanto el aguijón un aparato solo con fines defensivos.
El aparato defensivo es un sistema complejo formado por varias glándulas que segregan los componentes para el veneno, que es recibido en un receptáculo, entre ellos hay neurotoxinas, enzimas que destruyen las membranas celulares, vasodilatadores y hemolíticos que ayudan a la dispersión del veneno en el torrente sanguíneo ademas de un largo etc. de sustancias como la histamina, dopamina o noradrenalina .
El aguijón está formado por un estilete sobre el que se deslizan unas lancetas con sus extremos en forma de arpón. Estas lancetas, mediante un movimiento rítmico hacia adelante y hacia atrás, hacen que el dardo avance en un solo sentido e impiden su retroceso cuando se ha clavado en un cuerpo elástico como la piel humana. Los músculos que controlan el movimiento de las lancetas bombean también el veneno a través del aguijón. En el esfuerzo que hace la abeja por liberarse arranca parte de su propio abdomen (provocando su muerte) que queda adherido al aparato defensivo y este sigue funcionando con contracciones rítmicas que introducen más profundamente el aguijón y continúan bombeando veneno al interior del cuerpo de la “victima”.

Las picaduras de abeja en sujetos normales no deben tener más reacción que la localizada en la zona de la picadura con una intensa quemazón en el momento de la misma que va disminuyendo al cabo de unos minutos y dejando paso a una hinchazón, enrojecimiento y picor. Si las picaduras se producen en número elevado (varios cientos) o si el veneno entra directamente en la circulación sanguínea a través de una vena superficial puede darse una reacción más fuerte con aturdimiento, temblores, sudor, fiebre o nauseas pero sin riesgo de muerte, las dosis letales corresponden a varios miles de picaduras al mismo tiempo.
Otra cuestión es el shock anafiláctico que se produce cuando una persona es alérgica al veneno. Aquí si existe un riesgo de muerte. Alguien a quien nunca haya picado una abeja no debe tener miedo a esto, debe haber una exposición previa a los antígenos del veneno para desarrollar esta alergia.
Por no alargarme más (me dejo llevar por la pasión) termino aquí con la intención de hablaros en otra ocasión del uso del veneno de abeja como aplicación terapéutica para varios males y profundizar un poco más en los problemas de las alergias al mismo.
jueves, 9 de junio de 2011
miércoles, 1 de junio de 2011
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