Tomo
prestada tal afirmación de una de las crónicas que Willy, uno de mis compañeros
de andanzas en esto de darle a los pedales, hizo hace unos días sobre una de
las salidas de Btt Repechin porque encaja perfectamente también para describir
la Santa Cruz Bike de 2013.
Todo
empezó el pasado año con esa primera Santa Cruz Bike de la que ya os escribí en
su momento. Después del éxito de aquella edición lo fácil hubiera sido repetir
el recorrido de entonces añadiendo si acaso alguna pequeña variación para darle
algo novedoso, y os puedo asegurar que
todos hubiéramos quedado más que satisfechos... pero no, para los organizadores
no era suficiente, no bastaba con subir ligeramente el listón, se decidieron
por una ruta inédita en casi su totalidad. Una ruta que combinaba perfectamente
los ingredientes para satisfacer todos los gustos, trialeras, descensos rápidos,
subidas duras, senderos espectaculares, pistas forestales, zona boscosa,
terreno despejado, etc. y poco, muy poco asfalto, solo lo imprescindible.
Y
llegó el día, 31 de agosto de 2013, nuevamente coincidiendo con las fiestas
parroquiales, como una actividad más de ellas mismas y a la vez como foco de atracción.
Para
mí el día empezó temprano, el sueño no quiso acompañarme esa noche todo lo
reparador que yo quisiera, la impaciencia por lo esperado, como un niño la
noche de reyes. No soy novato en rutas de este tipo pero esta es especial, la
llevo viviendo desde hace meses, siguiendo por facebook o por el blog toda la información que los
organizadores iban aportando, recorridos, fotos, novedades. En cuanto se abrió
el plazo de inscripción lo hice rápidamente no fuera a ser que me quedara sin
mi preciada plaza, 200 era el número de participantes máximo, y se alcanzó esa
cantidad, me consta que muchos se tuvieron que quedar con las ganas.
Como
decía, ese día me levanté temprano. Al pie de la casa donde me alojaba pasa la
carretera que se dirige a Santa Cruz, mientras estaba desayunando oía pasar
coches y coches, constantemente, unos detrás de otro, algo totalmente inusual
en ese pueblo y a esa hora. Aun sabiendo lo que iba a ver me asomé a la
ventana, las bicicletas cargadas en los portabicis me indicaban hacia donde se dirigían
todos ellos.
A
las 9 y media me encontraba en el campo de la fiesta, donde debía recoger el
dorsal. La cola era llamativa, mucho colorido, muchos clubs, en los maillots se
podían leer sus nombres, Armenteira e Punto, Bike Ou Non Vai, Raposos FR, Túzaros,
Jabalies, A.D. A Ponte Vella, C.C. Monforte, y muchos más de los que mi
menguada memoria no permite recordarme, bikers que venían de todas las
provincias limítrofes. Y allí estaba yo, único representante de BTT Repechin,
luciendo orgulloso mi uniforme y dispuesto a disfrutar de una gran ruta.
Poco
más tarde de las 10 de la mañana se dio la salida.





Apenas un par de kilómetros
por carretera, cruzando el pueblo, acompañados de los ánimos que nos iban
deseando todos los vecinos, a un ritmo tranquilo y en leve ascenso hasta
llegar Bulso, donde unos metros antes de
su iglesia parroquial nos desviamos para coger un camino ya en descenso hacia
una zona boscosa conocida como Candedo. Pasamos cercanos a la aldea de Sante
para internarnos en la parroquia de Gundivos hasta llegar a la aldea de A Pena.
Mas senderos entre denso arbolado que nos fueron dirigiendo a la Veiga de Bulso
y de ahí a la aldea de Veliños, un paso de refilón por la parroquia de
Santiorxo (creo que lo caminos de esta zona fueron sugeridos por mi buen amigo
Oscar, todo un acierto tanto por parte de quien hizo la sugerencia como de quien la aceptó)
Tomamos rumbo Este, un camino en ligero ascenso, un pequeño sendero a través de
un pinar y otro sendero ex profeso bajo una línea de alta tensión nos llevaron
al lugar de Arminteiro, un bello souto de castaños.



Estábamos de nuevo en
Bulso, pasamos las aldeas de Vilameá, A Torre, Pipín y nos adentramos en la parroquia de Lobios en
dirección a la aldea de Surga. Antes de llegar a este punto disfrutamos de un
precioso sendero entre carballos con
pequeños saltos y un suelo tapizado de hojas y que habían bautizado como trialera Calavera
de Vaca ¡una pasada!
De
Surga hasta Piantiña flanqueando A Mota y pasando Viladime para volver a la parroquia
de Santa Cruz. Cruzamos Gandarela y en
Piantes nos esperaba el primer avituallamiento, fruta, bebida isotónica, agua,
dulces, no faltaba de nada, por haber había hasta un control de alcoholemia que
llevaba a cabo un agente de la Benemérita un tanto peculiar.


Mucha coña los vecinos de esta aldea, ya el
año pasado nos habían sorprendido con un sui generis control de radar. Con ese
aporte energético, combinación de alimentos, buen humor y animo, proseguimos
ruta pasando por San Xis y haciendo un pequeño bucle por la zona de la Lucenza y
O Portal (cruce de caminos. Lugar este que, cuando aquellos eran transitados por paisanos y caballerías
hacia los molinos cercanos, propiciaba buenas conversaciones entre los que allí se
encontraban y, al atardecer, ya menos
concurrido, acogía ardientes romances) encaminándonos seguidamente a Vilachá y
ya por el monte de Amadi atravesar San Pedro y adentrarnos en Doade. Una vez
cruzada la carretera general, y a la altura de la bodega A Algueira, giramos dirección
norte rodeando Francos y, por los montes de Ceceda, llegar a Palleiros para
descender desde una cota de 650 metros hasta los 300 en algo más de dos kilómetros,
todo esto a través de un sendero muy especial, excavado en la propia roca en
algunos puntos y cerrado por la maleza y perdido para el mundo desde hacía
muchos años. Se esmeraron en su recuperación especialmente para nosotros, para
esta ruta, teniendo que echar mano de mapas de hace más de medio siglo para
encontrar su trazado. Un sendero muy empinado en algunas zonas, muy técnico, y
que, yo al menos, pasé desmontado en varios puntos de su recorrido.


Como
curiosidad sorprendente (me llamó mucho la atención esto) el guía que iba en la
moto abriendo ruta lo pasó también y sin desmontar, y en ambos sentidos, lo
dicho, increíble, todo un pilotazo, estos organizadores no nos traen a cualquiera.

Pues
bien, hasta aquí todo muy bien, muy llevadero, con moderado esfuerzo en algunos
lugares pero cómodo de llevar. Alcanzado este punto, el más bajo de todo el
recorrido, casi a la altura del puente de Doade sobre el Sil, comienza el
calvario, 6 km de durísimo ascenso, pista ancha y polvorienta orientada al sur,
una y media de la tarde, sol de justicia en pleno mes de agosto, calculo que
por encima de los 35 grados, 34 km a las espaldas. Ahí hubo que echarlo todo,
fuerzas, pundonor, capacidad de sufrimiento. Nos habían comentado que el avituallamiento
estaba al finalizar la subida, no llegaba nunca, mirabas al frente y solo se veía
el camino serpenteando hacia arriba. Íbamos subiendo como podíamos, unos con
todo metido, otros a pie, aprovechando la mínima sombra para cobijarse, yo ya
sin agua. Eso si, las vistas sobre el rio impresionantes.


En algún momento dejamos de subir, el terreno se volvía horizontal
cuando dejamos atrás el mirador de A Pena do Castelo, y unos metros más allá aparecía
el ansiado oasis, el avituallamiento. Vaciamos todas las provisiones como
vacios de fuerza íbamos nosotros, pero lo conseguimos, estábamos arriba, sin
esfuerzo no hay gloria, y aquella ruta no era para blandos, el que pretenda
practicar mountain bike sin sufrir, sin agotarse, sin mancharse, mojarse o
herirse que se busque otra afición.
Una
vez medianamente repuestos continuamos pedaleando, algunos decidieron dejarlo
ahí, sus fuerzas no estaban para mas, pero la parte más dura la habían hecho
como el que más. ya solo quedaban apenas 7 km pero el esfuerzo se dejaba notar
en las piernas y el más leve repecho parecía el Angliru, por suerte mucho ya
era cuesta abajo. Este regreso nos llevó de nuevo a Doade y de ahí a O Cadaval
y flanquear la pista de aviones antiincendios, recorrer el monte de Sanmil, atravesar
la aldea de mismo nombre y retornar al punto de partida.
En
la llegada el recibimiento a la altura del resto. El Dj Rhyko Defunk ponía la música. Bajo una
carpa nos servían exquisitos manjares, ensalada de pasta, tortilla, empanada,
embutido, Bica (postre típico) todo ello regado con agua, cerveza y, cómo no, el
afamado vino Ribeira Sacra elaborado en las bodegas de Santa Cruz de Brosmos,
todo en abundancia, repitiendo el que quisiera, nada de tomar nº de dorsal para
que no volvieras a pasar (en los avituallamientos tampoco).
Y
para rematar entrega de trofeos, al club con mas participantes, a diferentes
colaboradores, hasta yo tuve un trofeo, mi único merito el de ser el participante
de más lejos, agradezco el detalle que, obviamente, no hacía falta pues la
mayor recompensa es el haber disfrutado de semejante jornada.
¿El
balance? 47,4 km. 1600 m. de desnivel positivo. 3,5 horas de pedaleo, mas de 1
hora de paradas para fotos, conversaciones, reposición de fuerza, etc. Un índice
IBP de 137. Un accidentado con una mano rota (desde aquí mis deseos de pronta recuperación)
Pero sobre todo muchos y muy buenos recuerdos.

Hasta
aquí la descripción de lo que fue la ruta pero falta lo más importante, atribuir
el merito de todo esto a aquellos que lo hicieron posible, entidades, empresas
y organismos que aportaron medios materiales y económicos, pero sobre todo a
las personas, comenzando por los vecinos de Santa Cruz especialmente, también
a los de cada pueblo o aldea por donde íbamos pasando, por su acogida, sus ánimos,
sus aplausos y su cariño. A la comisión de fiestas de Santa Cruz en las
personas de Luis y Olalla, a toda esa gente que colaboraba señalizando los
cruces, dándonos los avituallamientos, sirviéndonos la comida, Mª Ángeles,
Pedro, Sergio, Oscar, Cesar, Chon, Raquel y otros muchos que me dejo en el
tintero por desconocer sus nombres.
Pero
si a alguien hay que agradecer todo esto, si alguien es el culpable de que esto
sea posible, la verdadera alma de la Santa Cruz Bike, por su empeño, su dedicación,
por sacrificar todos sus días de descanso durante varios meses en diseñar,
limpiar caminos y organizar semejante jaleo, estar pendiente de todos y cada
uno de los participantes, preocuparse de ir a buscar a los que venían de fuera
para que llegasen al pueblo sin problema, prepararles un sitio de acampada a
los que hicieron noche, duchas, servicios, en definitiva, un trabajo inmenso,
descomunal pero que no los desanimó en absoluto, y que ese mismo animo lo
contagiaban a los demás. Si alguien se merece ese reconocimiento son Asun y
Alex.
Este
participante más lejano os agradece de corazón el gran día que le hicisteis
pasar y está deseando compartir de nuevo la edición de 2014.