lunes, 31 de octubre de 2011

Tres palabras.


Contemplando en sus manos aquel trozo de plástico, dijo “¡me da penina!”. No pude aguantar su mirada triste y, sintiendo que se me rompía el alma, apartando la mía, de mi boca apenas pudo salir un sincero “a mí también”.
Tres palabras las suyas, tres también las mías y, sin embargo ¡cuántas cosas nos decíamos con apenas tres palabras!