domingo, 30 de mayo de 2010

la maquila

Hace una semana, rodando en bici por el Valle de Guimarán, atravesamos un pueblo en el que un cartel a su entrada identificaba como La Maquila. Esta palabra despertó en mí recuerdos confusos. Había oído alguna vez antes esa expresión pero era incapaz de relacionarla con algo concreto. Pregunté a alguno de mis compañeros de ruta si sabían cuál era el significado de ese nombre pero ninguno pudo sacarme de mis dudas. Estaba bastante seguro que tenía que ver con recuerdos de mi infancia, de conversaciones oídas de boca de mis abuelos, pero seguía sin concretarse nada en mi cabeza.


En cuanto llegué a casa acudí al gran oráculo de estos tiempos, encendí mi ordenador y en Google introduje el nombre que no dejaba de resonar en mi cabeza. Dentro de todas las posibilidades que me dio el buscador la respuesta que buscaba la encontré en la versión digital del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (no podía ser de otra manera), Maquila: Porción de grano, harina o aceite que corresponde al molinero por la molienda.

De repente se despejaron todas mis incertidumbres. Mi memoria me llevó bastantes años atrás, a mi, por desgracia, ya lejana niñez. Pude ver la imagen, escuchar los sonidos y recordar el agradable olor de la harina recién molida en aquel molino que mi abuelo, un emprendedor en toda regla, había construido y explotado junto con su hermano (mi padrino) y una familia del mismo pueblo a la que les unían lazos de parentesco, los Soutelo.

Hoy sometí a mi padrino a un exhaustivo interrogatorio. 88 años ya a sus espaldas pero una salud y memoria a toda prueba le permitieron contestar a cada una de mis preguntas. La historia de aquel molino, y de la dichosa palabra que me lo recordó, es la siguiente:

A finales de la primera mitad del pasado siglo, la producción de cereales (trigo, centeno, cebada y maíz) era abundante en la Galicia interior. Su consumo indispensable tanto para las personas, el pan, alimento básico, como para los animales, piensos a base de diferentes tipos de harinas.

En toda la comarca había un solo molino, ya eléctrico, los antiguos molinos movidos por agua no eran abundantes en aquella zona, carente de corrientes de agua suficientemente fuertes para moverlos. Mi abuelo, un emprendedor como ya dije anteriormente, vio la oportunidad de mejorar la economía familiar invirtiendo los ahorros de la familia en la construcción de otro molino que pudiera encargarse de la molienda de todo el grano producido en los pueblos de los alrededores.

No fue tarea fácil. Para obtener el permiso administrativo pertinente había que ser propietario de un molino de agua, de ahí la asociación con la familia Soutelo. Una vez salvado ese escollo había que superar otros más, algunos de ellos imprevistos. La electricidad no era algo al alcance de todos, eran muy escasos los pueblos electrificados, y para poder disponer de la energía que moviese el nuevo molino tuvieron que construir una línea eléctrica de alta tensión por sus propios medios. Ellos mismos colocaron los postes y tiraron los cables desde una distancia de más de tres kilómetros que era la que separaba el molino de la línea eléctrica más cercana. Solo un empleado de la compañía suministradora se encargó de la conexión final. Para colocar esos postes tuvieron que pedir autorización a los propietarios de todas las fincas donde era necesario ubicarlos. El dueño del único molino hasta entonces, persona influyente en la comarca, intentando evitar toda posible competencia, presionó a los propietarios de esas fincas para que no permitieran el paso de la línea eléctrica. Algunos cedieron a esas presiones y hubo que modificar el trazado.

La construcción del edificio que albergaría al molino, el molino en sí (hecho su mayor parte en madera, algunas partes de metal y las piedras de moler de granito), llevó algo menos de un año. Allí trabajaron albañiles, carpinteros y canteros. Todo hecho allí mismo, excepto las partes eléctricas (un transformador, dos motores y los cableados e interruptores necesarios) que se compraron en Orense y un operario especializado se encargó de instalar empleando varias semanas de trabajo.

En 1948 empezó a funcionar, eran dos pares de piedras de moler (1 tonelada de peso cada par) movidas por sendos motores. En unas se molía el trigo y el centeno. La harina caía ya tamizada hacia una especie de arcón y el salvado (cascara del grano) salía por otro conducto y se recogía en sacos. En el otro par de piedras se molía la cebada y el maíz. Harina y salvado se recogían mezclados en un mismo depósito. Este tipo de harina se utilizaba mayoritariamente para la alimentación del ganado aunque parte de ella era cribada en casa para luego hacer farrapas o boroñes.

El molino funcionaba día y noche desde finales de agosto hasta enero del año siguiente. Las dos familias hacían turnos de trabajo para sacar adelante todo el grano que les llevaban. La forma de pago era la maquila, por cada 11 kg. de grano antes de moler, 1kg. era para los molineros. Todos los sacos iban identificados con el nombre de su propietario y eran pesados antes y después de moler delante de él en una antigua bascula de contrapeso para que no quedase ninguna duda sobre lo que dejaba y se llevaba.

El molino trajo algún otro beneficio a mi familia y al resto del pueblo. Aprovechando que ya había línea eléctrica cercana se pudieron electrificar todas las casas que así lo quisieron. En un local anexo al molino se construyó una pequeña serrería, también eléctrica, que se utilizo apenas una docena de años. Ese local ya sin uso y una vez acondicionado, se cedió al ayuntamiento para alojar la escuela del pueblo. Juntos, niños de todas las edades recibían la educación que les impartía una sola maestra, que se alojaba como huésped en casa de mi familia. Todavía hoy, la que era su habitación la identificamos con su nombre. Recuerdo aquella escuela, sus pupitres de madera, mesa y banco eran todo uno, con tapa y un hueco debajo para guardar los libros, un agujero donde alojar el tintero y un rebaje para poner los lápices y pluma. Una pizarra, un mapa, la mesa y silla de la maestra completaban el resto del mobiliario.

Con la mecanización del campo el molino fue perdiendo trabajo y aproximadamente en 1975 dejó de funcionar. Solo se utilizaba para uso de nuestras dos familias. También la escuela desapareció, se creó un grupo escolar comarcal en la capital del concejo y los niños dejaron de acudir a aquella pequeña escuela rural.

El molino se vendió hace algunos años y hoy, el edificio, alberga una carpintería metálica. Aquellas ruedas de moler siguen allí, recicladas, reconvertidas en escalones de un palco que hace las veces de escenario en las fiestas del pueblo. No queda otro vestigio de todo aquello más que esas piedras y los recuerdos que cada uno podamos llevar dentro de nosotros de aquel viejo molino.


3 comentarios:

LA MUJER INVISIBLE dijo...

Que bonita la historia de tu familia, y que pena que no conservasen el molino...sin embargo tienes el orgullo de que la construcción del mismo sirvió para mejorar la vida de las gentes humildes del pueblo..
Nunca me canso de aprender cosas nuevas.

Roberto dijo...

Leyendo toda la historia me trae recuerdos de mi infancia y de los pupitres que utilicé desde "parvulitos" hasta 3 de EGB, después sillas y mesas de cole "normales". También tengo conocidos que les toco compartir un solo maestro para todos los cursos, y también amigos que conocían de primera mano lo que era la maquila aunque aplicado no solo a la molienda, en su caso al aserrado de madera.
Recordar esos años trae a mi memoria también el fumar una especie de raíz que en la zona cercana a León llamaban Zaparrilla.¡Cómo picaba la lengua! corría aproximadamente el año 79 o el 80........

Jose Luis dijo...

Me ha gustado mucho la historia, tanto en la parte didáctica cómo en la afectiva. Muy bonita, y contada cómo sólo tú sabes hacerlo. Una vez más perpetuando los recuerdos.