martes, 14 de septiembre de 2010

Maquinas del tiempo.

"Una vida sin relojes es algo que a los hombres de hoy, nos resulta impensable.

Estemos donde estemos, vayamos donde vayamos, estamos habituados a escuchar y ver la hora en los relojes públicos o a llevar con nosotros relojes que nos marcan el paso del tiempo.

En las grandes ciudades, en los aeropuertos, en las estaciones de tren, el reloj se hace más necesario y el tiempo parece volverse más escaso, mas valioso.

Sin embargo, durante milenios, los hombres realizaron sus quehaceres diarios sin ningún sistema o aparato para medir el tiempo.

En aquellas épocas no había tiempo medido, solo tiempo estimado.

Pero el ser humano pronto sintió la necesidad de medir el transcurso de lo que acontece. Como claro dominador de la tierra, el hombre necesitaba controlar el tiempo, en los procesos cada vez más complejos que iba aprendiendo a realizar.

Y si algo ha caracterizado al hombre en su largo caminar, es su ilimitada capacidad imaginativa…"

Así reza, en una céntrica joyería de la ciudad donde suelo pasar mis vacaciones, el cartel que encabeza una pequeña pero interesante exposición de relojes.

Como la información es abundante y para no hacerlo demasiado extenso iré posteando en varias entregas.

Transcribo, tras las fotografías de los relojes, la información que aparecía en paneles explicativos al lado de cada uno de ellos.


-Clepsidra-


El agua, esa sustancia tan extraordinaria, no es solo imprescindible para vivir, sino que hubo una época en la que se utilizó para contabilizar el fluir del tiempo. Aunque los primeros relojes que inventó el hombre fueron los de sol, fue el agua el que permitió liberarnos de la tiranía del astro rey y poder contabilizar incluso las ominosas horas de la oscuridad.

Los primeros relojes de agua consistieron en una vasija cerámica que contenía agua hasta cierto nivel, con un orificio en la base de un tamaño adecuado para asegurar la salida del líquido a una velocidad determinada y, por lo tanto, en un tiempo prefijado. El recipiente disponía en su interior de varias marcas de tal manera que el nivel del agua indicaba los diferentes periodos de tiempo, tanto diurnos como nocturnos.

Durante muchos siglos estos relojes se usaron en los tribunales de Atenas y Roma para asignar el tiempo a los oradores y para controlar la duración de los alegatos por parte de los abogados. También era muy frecuente su uso en el ámbito militar para señalar la duración de las guardias nocturnas.

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